Tenía 5 años; llovía. Tenía toda la mañana y la tarde de estar jugando a todo lo que sus juguetes y su imaginación le permitían, no había nada que ver en la televisión, al menos no para él. Su rutina había sido alterada por la fuerte tormenta que azotaba la casa con violencia; las pesadas gotas de lluvia golpeaban el suelo del jardín como si quisieran penetrar en él y seguir bajando hasta algún mundo subterráneo. No podía salir, y cualquier muestra de su frustración no llegaría lejos en medio del escandaloso aguacero. Era el momento en que acostumbraba salir al jardín, donde jugaba entre las maceteras con sus carritos o donde a veces desde la baranda se topaba a su vecinito con el que jugaba y conversaba en el borde de la tapia; uno a cada lado de la reja.
Estaba en el sillón, recostado al respaldo que daba a la ventana del jardín; observaba las gotas de lluvia golpear la ventana y luego bajar en línea recta, dejando un imperceptible trazo que se formaba al ir encontrándose otras gotitas más pequeñas, que al tocarse se unían, formando una gota más grande que se empezaba a mover más y más rápidamente hacia el borde de la ventana. A veces escogía una y la seguía en su camino hasta abajo convirtiéndola en un personaje de fantasía, que iba devorando a todas las demás gotitas a su paso; a veces alguna se escapaba y se alegraba de haberse salvado. Luego escogía dos y le apostaba a su favorita, las carreras eran emocionantes e impredecibles. Solo las observaba, no había escapatoria, ni quería escapar; esas gotas de lluvia bajando por la ventana eran un espectáculo a su disposición. Él, no sabía que era el estrés, ni la ansiedad, nada le precisaba, nada estaba pendiente, solo estaban ahí él y las gotas de lluvia, bajando por la ventana.
1992
Eran por ahí de las siete de la noche, lo presumía porque ya estaba oscuro; no era común estar ahí a esas horas, el lugar estaba vacío, sin la normal algarabía y el gentío de los recreos de las matutinos. Estaba sentado en la gran banca larga, que se encontraba cerca de la entrada del colegio; esta era como una gran parada de autobuses, aunque ahí no paraba ninguno. Esperaba, venían por él, pero sabía que se tardarían; Tampoco tenía otro lugar a donde ir, ya todo estaba oscuro, cerrado y llovía sostenida y verticalmente.
Desde donde él estaba sentado no se lograba ver el bombillo del poste de luz, que iluminaba la entrada; pero la cálida luz iluminaba las gotas de lluvia, que caían como si fueran chispas doradas en el suelo, donde brillaba el reflejo borroso del foco en lo alto del poste. Se recostó en la banca y respiró profundo, su mente quedó en blanco mientras observaba los rayitos de luz caer velozmente. Como si hubiera una ducha de aguas doradas en lo alto de aquel poste. Por un momento pensó en meterse bajo el chorro, pero no lo iba a hacer; su mente volvió a quedar en silencio y dejó a sus ojos deleitarse con el espectáculo. Pronto llegaron por él y la historia continuó.
2002
Volvía del trabajo, en aquellos tiempos hacía de corredor de bienes raíces para una empresa constructora de un amigo de su papá; había conducido por largo rato en el tráfico, estaba cansado y a pesar de que las cosas parecían ir bien traía una sensación de insatisfacción que no comprendía. Aquel fue su primer trabajo, con el que había consagrado su preciada independencia y con el que se había ganado un poco de respeto de sus padres, que no contaban con que a sus dieciocho años lo consiguiera. Ellos querían que siguiera estudiando, pero él no quería seguir cumpliendo condena en una de esas instituciones; quería ser libre y valerse por sí mismo. Pero aunque ya no dependía de sus padres, la vida del trabajo, la oficina, el dinero e ir de un lado a otro no se estaban sintiendo exactamente como aquella añorada libertad.
Llovía, y finalmente iba llegando a la casa, después de aquel largo día; orilló el carro, que se quedaba por las noches parqueado en la calle, lo apagó y todas las luces y sonidos se apagaron con él. Ya se disponía a coger su maletín para salir corriendo del carro, cuando el vacío del momento lo atrapó; aceptó el cansancio y se quedó sentado, su cabeza estaba agotada del estresante viaje nocturno en las calles de San José. No quería pensar, y sabía que en cuanto entrara a la casa eso sería lo primero que tendría que hacer. Se quedó en silencio, escuchando el golpeteo de las gotas que caían sobre toda aquella oscura cabina. El parabrisas ya estaba más empañado, y las gotas apenas se alcanzaban a ver, colapsando una tras otra; caían con fuerza, pero todo estaba tan tranquilo. Solo, observando, descansando, nada pasaba. Se sentía protegido en el pequeño y aislado espacio y no se quería mover de ahí. Pensó en dormirse un rato, pero sabía que le esperaban. Se quedó ahí hasta estar saciado, al entrar todos se preguntaban por que razón no había entrado.
2005
El Aguacero golpeaba sin piedad y el ruido ensordecía; salió al corredor a tomar aire, los chorros de agua caían desde los cientos de canales de las láminas del techo, hasta el saturado suelo, que ya se encontraba un poco inundado. Los caños apenas daban abasto, y un pequeño río corría paralelo y a lo largo del corredor hasta que se perdía en la oscuridad. Se paseó por el corredor, viendo la lluvia que caía en chorros como si fuera una cortina que corría a lo largo del prolongado corredor. Se asomó y lo sorprendió la violencia con la que el viento sacudía los enormes cipreses, la ventisca jugaba con ellos, y las invisibles ráfagas quedaban en evidencia por el agua que las dibujaba en el cielo, tras caer trazando líneas en los diferentes ángulos que aquellos atormentados vientos le imponían a aquella grandiosa precipitación.
Inhaló profundo aquel aire húmedo y perfumado a madera de ciprés. Estaba ahí, solo, contemplando en silencio, alegre y satisfecho; cuando aquel momento mágico, desbloqueo todos aquellos recuerdos de la vida. Pocas cosas recordaba tan claramente de aquellas épocas; pero el memorable vacío, de las pocas veces que se detuvo a observar con asombro, sin pensar sin cuestionar, su mente no olvidaba esos momentos en los que por un breve momento, murió.
2024, ayer.

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