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Claridad

Actualizado: 8 ene

Mis veintes estuvieron guiados por el mantra de que tener un plan era la receta para la frustración, y que era mejor solo estar preparado para las bolas rápidas que lanza la vida. Esto no fue algo que hubiera escuchado de ningún sabio, ni de nadie con una mínima experiencia en como vivir. Tampoco era un profundo pensamiento que me hubiera detenido a analizar a profundidad; sino una idea que se cristalizó tras unas cuantas experiencias de improvisación. Como la reciente "victoria" que obtuve contra el sistema educativo, donde tras años de revelarme, logré conseguir la aprobación de mis estudios de secundaria fuera de una de estas instituciones.


Aprovechando mi suerte, aquella misma improvisación me llevó a conseguir un trabajo como corredor de bienes raíces a los dieciocho años. En el que tuve un relativo éxito, que fue un golpe de suerte que vendría a afianzar mi confianza aún más, en mi modo de ver la vida como algo que se debía vivir en el momento y en el que ver muy lejos en el futuro era una tontería, ya que lo más probable era que la vida misma tuviera mejores planes que yo. Esta forma de pensar no estaba del todo mal, en efecto muchas prácticas espirituales predican el vivir en el presente como la máxima solución a la depresión y la ansiedad. El problema era que yo no entendía nada de esto, y había llegado ahí de pura casualidad. Y mi idea de no tener planes y vivir en el presente se convirtió en la excusa perfecta para evadir las responsabilidades y compromisos, guiándome meramente por mis intereses y mis instintos.


De cierta manera vivir convencido de que uno en efecto tiene buena suerte puede conseguir la apertura para que muchas buenas cosas lleguen, sin embargo no es mejor que pensar que uno construye su propia suerte y que tiene control sobre su vida. Yo, no tenía eso, ni en mis negocios, ni en mis relaciones; mi falta de dirección, de propósito y objetivos muchas veces me dejaban en situaciones inconvenientes. Estar abierto a todo, me volvía casi incapaz de decir que no a muchos proyectos, actividades y relaciones que no me iban a aportar nada; no me iban a aportar nada porque yo no iba a ninguna parte y al estar comprometido con nada, me volvía la víctima perfecta para las distracciones más baratas. Después de todo ser un emprendedor y tener un negocio había llegado a mí, sin que yo lo hubiera buscado, nunca fue mi sueño, solamente un día, ¡y gracias a Dios! la vida me puso ahí.


Mis relaciones también operaban de esta misma manera, no sabía lo que estaba buscando, ni que esperaba de una relación, más allá de cumplir con funciones naturales básicas. Esto me llevó a terminar metido en embrollos de toda clase, que deterioraron mi energía y afectaron mi negocio; metiéndome en relaciones por conveniencia e intereses o involucrándome con personas con las que de plano no quería tener que lidiar [Esto tanto en relaciones de pareja como de negocios y amistades]. No sabía poner límites, porque era anti-límites. No tenía objetivos a largo plazo ni un propósito, por lo que no sabía que los límites son sanos y necesarios.


Solía pensar que la vida solo seguía un rumbo por el que yo me tenía que dejar guiar y que la idea de construir una vida a mi gusto era ir en contra de la corriente, consecuentemente en mi escritorio nunca hubo ningún proyecto a largo plazo. Todo era gratificación instantánea y mis proyectos más ambiciosos eran ahorrar para el próximo viaje a escalar fuera del país y por supuesto entrenar —cosa que disfruté mucho debo admitir—. Sin embargo, mi vida, que era susceptible a la suerte, estaba por entrar a una mala racha. En la que una y otra vez mis "proyectos" y relaciones fueron sacudidos cada vez con más fuerza, al punto en el que todo lo que le daba forma a mi vida estuvo pendiendo de un hilo. Este evento me desestabilizaría y me dejaría viviendo en condiciones mínimas por una temporada completa —sí, fue durante la pandemia—. En la que quedé desconectado del mundo, con el espacio y el tiempo suficientes para cuestionar mi realidad.


La soledad me dio espacio para empezar a cuestionarme cosas y por alguna extraña razón empecé a escribir, tal vez porque sentía que el mundo se acababa. Pero escribir se convirtió en una práctica diaria en la que aprendería a observar mis propios pensamientos y a cuestionarme a mí mismo. Muy rápido me dí cuenta de que como la mayoría de las personas, había adoptado el enfoque mínimo para la vida: dinero rápido, placer rápido, sin compromiso, sin profundidad, sin fracaso. Pero en cuanto más fácil intentaba hacer mi vida, más difíciles se volvían los problemas.


Así empecé a conocerme a mí mismo y a darme cuenta que estaba cansado de rezar para que llegara el fin de semana, de ocultar quién era, para conversar con gente con la que no me gustaba trabajar. Usar Internet como vía de escape, navegar, hacer clic, desconectar la mente un poco más porque, cuando estaba encendida, no me gustaba lo que estaba haciendo. La vida del consumidor. La persona que es utilizada por el Internet, no la que lo utiliza. Conocerme a mí mismo no fue una pastilla fácil de tragar, todas mis relaciones y mi vida habían sido construidas alrededor de una personalidad que había diseñado para calzar y gustarle a todos. Ya no estaba dispuesto a seguir ese juego, y pronto muchas personas en mi vida se alejaron.


Aún no sabía a dónde iba ni cómo lo iba a hacer, pero me había empezado a dar cuenta de todo lo que había estado haciendo mal. Me di cuenta de que, sin una visión o metas en mente, ¿cómo iba a tomar mejores decisiones para mi vida? No podía. No sabía cuál decisión tomar que me llevara hacia una meta; si no la tienes, todas y cada una de tus acciones carecen de sentido. Mi enfoque cambió y de pronto la idea de proyectos sólidos a largo plazo y de relaciones estables y valiosas empezó a tener sentido. Me di cuenta que llegar a viejo acompañado por una familia de la que estuviera contento de estar acompañado, era algo que quería y que valía la pena, me dí cuenta que quería un hogar y convertí eso en mi proyecto, aunque de momento fuera solo yo. Y quería lograrlo trabajando, con propósito, aportando algo con un valor real y no solo dándole al mundo algo más con lo que distraerse. Esto me dio una dirección y aunque aún no sabía cómo lo iba a hacer, tener una dirección me creó sanos límites y una escala de prioridades —en la que por cierto ya no está agradar o caerle bien a nadie—.


Pero esto solo fue el principio, al darme cuenta de todas las cosas que estaba haciendo mal y cambiando tan dramáticamente, no sólo muchas personas se fueron, sino que también mis intereses habían cambiado de forma contundente. Con muchas ganas de trabajar duro por ese objetivo, pero sin absolutamente nada que me apasionara lo suficiente para trabajar de manera comprometida. —Esto fue lo más difícil— Todos mis intereses que habían estado guiados y movidos por aquella personalidad, se habían ido sin dejar rastro. Por varios años tuve la sensación de estar perdido, de tener esa enorme energía, pero de no saber dónde ponerla. La motivación de las cosas apasionantes ya no me movían.


A pesar de tener mucha experiencia en múltiples oficios y en mi carrera, ya nada de esto me emocionaba y eran cosas que seguía haciendo por supervivencia. La búsqueda de aquel propósito se convirtió en mi principal proyecto, el objetivo era construir una vida de la que no tuviera que escapar, donde la paz no es algo que tuviera que perseguir, sino mi forma de vivir cada día. Esta idea guió un cambio en mi estilo de vida, donde salía a caminar y meditaba a diario, consumía menos tonterías y más libros, aprendía más y sobre todo en el que escribir se había vuelto indispensable. No sabía cómo iba a conseguirlo todo, pero tener aquel gran objetivo había empezado a tener efectos en mí y pronto muchas cosas empezaron a alinearse. Mi salud, mi relación con mi familia y una nueva pareja en una relación con una claridad como nunca había tenido.


Poco a poco y con el lento avance empecé a ir notando más cosas de mí, a través del autoconocimiento. Me empecé a dar cuenta de las cosas en las que puedo ayudar a las personas con gusto, y a saber manejar una relación sana y balanceada con el trabajo, en la que el esfuerzo y la retribución están en balance y alineados con mi estilo de vida. Hasta que un día la claridad fue suficiente. Tener claridad en la vida es una fuerza mayor a la de cualquier pasión, pero mucho más dolorosa de obtener, sobre todo cuando nuestra personalidad está cristalizada en nuestra vida. Pero vale la pena, tener esa visión clara de a dónde vamos, de cómo lo vamos a hacer, de cuál es ese objetivo, es emocionante, es como vivir una aventura épica en la que somos el personaje principal. Donde de pronto las cosas ya no cuestan y donde nos levantamos cada mañana emocionados de un día más, emocionados de trabajar en ese proyecto, enfocados, inmunes a la distracción, en flow.


Esto no tiene precio y es algo a lo que todos deberíamos aspirar, es el lugar donde tenemos la mejor relación con nosotros mismos, con los demás y con la vida misma.

Mi historia probablemente sea muy diferente a la tuya, pero encontrar la claridad, el propósito y objetivos que nos hagan levantarnos en la mañana, emocionados de vivir y de trabajar, es algo que estoy seguro que vale la pena buscar. Y mi intención es la de pintar un camino hacia esa deseada claridad, que es necesaria para llegar a vivir la mejor versión de nuestra vida. Todo empieza por ahí y con esa gran pregunta ¿cómo es esa buena vida a la que aspiramos?. No solo para nuestro yo del presente pero para nuestro yo de 60, de 70, 80 años y Dios quiera que más.


No creo que nadie tenga ganas de llegar a los 80 incapaz de valerse por sí mismo, convertido en una carga familiar o social. O solo, sin una familia, sin personas que se preocupen de siquiera sentarse a tener una conversación, o de hacer compañía. Esta es la peor versión de una larga vida, pero esto no tiene que ser una condena, si ahora decidimos que nuestro objetivo es darnos esa buena vida en la que aún con 80 podremos sacar chiquillas (o chiquillos) a bailar.


Tener esta intención clara, no nos va a terminar de resolver el cómo, pero nos va dar una dirección en la cual avanzar, y vamos a empezar a generar claridad desde la menor resolución (una visión de panorama general) para a partir de ahí continuar enfocando hasta la máxima resolución (un primer plano) de por qué y cómo, vivimos nuestra vida.


Una fórmula sencilla que te debes preguntar para empezar a ganar claridad es:

¿Qué? + ¿Por qué? + ¿Quien? = Como y Cuando

¿Qué? Quiero.

¿Por qué? Lo quiero.

Y en ¿Quién? me tengo que convertir.


Una vez conociendo la respuesta a esas preguntas el cómo y cuándo se va a ir resolviendo por sí solo. De nuevo, trata de empezar desde una visión panorámica y después sigue haciendo zoom hasta un primer plano de tu vida.


Y te preguntarás ¿qué pasará si solo hago una visión de primer plano, más a corto plazo? Una visión en primer plano es lo más cercano a tu presente, tal vez lo que quieras en un primer plano sea una mejor relación de pareja, un mejor trabajo o incluso algo como un carro nuevo. Todas estas son mejoras sustanciales para tu vida, pero que si no tienes una visión de panorama, te pueden volver a llevar en una dirección en la que no vas a terminar satisfecho.


Si usamos el ejemplo de una relación; una visión de panorama es tener una vejez acompañado o acompañada de tu familia y de una pareja que va seguir contigo hasta el final —porque tus hijos se tienen que ir y hacer sus vidas y no puedes esperar a que ellos se encarguen de ti.— Entonces cuando busques una mejor relación en el primer plano no buscaras características temporales en esa persona, sino las de alguien con quien estés dispuesto a estar el resto de tu vida. Las de alguien a quien estés dispuesto a tolerar y a quien quieras darle todo tu apoyo por el resto de tu vida; las características de alguien con quien te quieras comprometer a muerte.


De la misma forma con tu trabajo, ¿Quieres tener una vejez llena de vitalidad y salud y con suficiente abundancia para apoyar a tu familia en lugar de ser una carga? Piensa en cuál trabajo te va permitir lograr algo así. ¿Te quieres retirar a los 40? Piensa en cuál trabajo te podría dar algo así.


Es probable que la respuesta de muchas de estas preguntas sea abrumadora o que involucre cambios muy radicales en cómo vives tu vida, tienes que pensar en cómo es esa versión tuya, que vive esa realidad, ¿cuáles hábitos tiene? ¿cuáles rutinas? ¿cuáles proyectos? y convertirte en esa persona. Esto no sucede de un día para otro, pero con un paso a la vez puedes ir haciendo esa transformación. Y recuerda que el sacrificio que ofreces a cambio de la vida que quieres, es todo lo demás; todas las distracciones, los "amigos" que no van a entender por qué ahora prefieres leer libros antes que salir a tomar. Tienes que comprometerte con tu visión, con tu proyecto. Ahora tienes un mapa del tesoro, solo tienes que ir por él.


Tips:


Implementa hábitos como:

  1. Meditar. Si nunca lo has hecho, busca una meditación guiada en internet. Empieza con 5 minutos y ve aumentando.

  2. Sal a caminar. Caminar de 15 a 30 minutos es un excelente ejercicio, deja el teléfono en la casa y saca a pasear el animal que está dentro de tu cabeza, que también necesita aire. Todos los días.

  3. Lee. Saca 15 minutos de tu día para leer un libro, puede ser una novela, un libro de autoayuda, un cuento de niños, no importa; empieza a leer lo que te guste (¡no! las noticias no). Deja a tu mente pasearse por otras ideas, por otras mentes, en otros mundos.

  4. Escribe a diario.

Esto te dará el autoconocimiento suficiente para entenderte a ti mismo, darte cuenta de las cosas que de verdad quieres y de las que te duelen y te hacen mal (al identificarlas, las haces conscientes y perderán poder).

  1. Anota tus estados de ánimo, ¿por qué te sientes así?

  2. ¿Cómo podrían ser las cosas mejores? ¿Qué puedes hacer para mejorarlas?

  3. Anota tus ideas, por más ridículas que puedan parecer.

  4. Cuando te enojes, escribe, cuéntale al cuaderno que fue lo que pasó. No te guardes el enojo, sácalo.


Un mapa del tesoro y cuatro hábitos que no te quitan mucho tiempo pero que te pondrán en camino. ¡Muchos éxitos con tu aventura!


|Si necesitas más guía busca mi manual de claridad en la pagina de recursos: https://www.andrescascant.com/recursos

Y si quieres trabajar conmigo, no dudes en escribirme a cascante.andres@gmail.com o al inbox de instagram para consulta privada.|



 
 
 

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